www.rosario3.com, 12 - mayo - 2012

Un recorrido por el arte contemporáneo de la ciudad

Por Virginia Giacosa

Rosario no es París pero hace poco sumó un circuito de arte que no tiene nada que envidiarle al de la ciudad de las luces. Una ruta que recorre los talleres de los artistas plásticos de la ciudad se propone como invitación para espiar la trastienda de la creación.

La iniciativa se llama ARTUR y está impulsada por Mariana De Matteis y Lucía Alemandi que consiguiron que unos 30 artistas abrieran sus ateliers al público para compartir sus obras en la intimidad de sus espacios de trabajo, con el objetivo de promover el arte contemporáneo que se produce en la ciudad.

"Se trata de un proyecto de turismo cultural que nace para estrechar el vínculo entre el público y el artista. Brinda la posibilidad de entablar un diálogo en donde los visitantes puedan estar en contacto directo con los artistas y su producción, conocer los procesos creativos de cada uno de ellos, y –¿por qué no?– adquirir una obra de arte", explican las gestoras. 

Los recorridos se realizan los días sábados, son para grupos reducidos (no más de ocho personas), se hacen a pie y se piensan por zonas. Es así que algunos circuitos ponen como punto de partida una esquina céntrica para emprender el viaje y otros, como el del pasado 12 de mayo, una de Pichincha. El próximo paseo será el 2 de junio.


El tour 

La cita es en la esquina de Catamarca y Callao. Participan del grupo unas 7 personas, entre ellos, una galerista, un coleccionista, dos estudiantes de arte y una periodista. La primer parada es el taller de la artista Luján Castellani, en Catamarca al 2700. 

Ya la casa en sí es una gran obra de arte. Diseñada por un arquitecto de la ciudad que cuenta entre sus clientes a varios artistas plásticos, tiene un portón vidriado con una reja de hierro negra que la misma Castellani pensó y adaptó en cada detalle para dar vida a una original entrada.

El taller de Castellani es una continuidad del living. Un lugar espacioso, blanco, con algunos detalles de color en las paredes y con muy buena luz que combina la natural y la de una franja de reflectores sobre la mesa de trabajo. La artista con cierto pudor abre la puerta y muestra sus fotos, algunas obras de otros artistas rosarinos y algunos trabajos que no están colgados pero se pueden ver guardados en su computadora. 

Castellani trabaja con la fotografía, pero se considera más que una fotógrafa, una artista plástica. Porque interviene esas imágenes de múltiples maneras. Hace poco, algunas de sus obras fueron compradas por el Sofitel Cardales. 

Hay que hacer una cuadra y media para llegar al segundo taller que forma parte del recorrido. Es el de Juan Hernández, ubicado en una planta alta de Salta y Ovidio Lagos. 

Un ventanal vidriado –que más tarde contará fue destrozado por culpa del granizo junto con algunas obras que terminaron intervenidas a causa de la piedra–, una pequeña selva de macetas en el balcón y una mesa grande donde Juan pinta, dibuja y también da clases. En el lugar conviven sus obras con pequeños muñequitos y avionetas, que se revelan como los objetos de su infancia y adolescencia.

Juan muestra sus obras que juntas hacen una especie de retrospectiva de toda su carrera. En los cuadernitos donde apila dibujos, trazos inconscientes, se reconocen formas de animé, de cómic, que muestran –por ejemplo– sus inicios cuando aún quería dedicarse a la historieta. Y así en cada rincón, detrás de algún óleo o pastel, hay un pedazo de su historia. 

Siguiendo el recorrido, se llega al lugar de trabajo de la chispeante Alejandra Tavollini. Un espacio pequeño pero que se abre como una caja de pandora y sorprende. Cuenta que le alquila a su vecina que vive en Santa Fe, el living-cocina de un monoambiente que queda pegado al suyo. 

Ahí, apila su curiosa obra. Si bien es egresada de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario como los demás artistas, desde hace unos años dejó un poco de lado el pincel para dedicarse más de lleno a la aguja y el hilo. Después de su tesis de grado hizo una interesantísima serie de acolchados y ahora todo su trabajo gira en torno de unos extraños peluches.

Ovejitas blancas, perritos negros, becerros amarronados y algún cetáceo color celeste aparecen en peceras de vidrio con formol. Y si se los mira bien, algunos tienen algunas pequeñas deformidades. La obra hace una especie de diálogo o de juego con la del polémico artista británico Damien Hirst que hace arte vivo con animales. Mientras él trabaja series shokeantes con animales muertos, Tavollini cose animalitos que simple vista parecen inocentes, casi naif, pero no lo son.

Hacia un mercado del arte contemporáneo 

Desde hace unos años la ciudad de Rosario comenzó a dar pasos firmes hacia la consolidación de un mercado del arte contemporáneo. Fue a través de la aparición de algunos coleccionistas, de la creación de un circuito de galerías pero sobre todo a partir del incentivo del ámbito de lo privado. "Se vive un cierto auge de la compra de arte que no es ya el coleccionismo tradicional, sino un fenómeno más incipiente, relacionado más al deseo en relación al arte", expresó el curador Roberto Echen.

De hecho, institucionalmente hay empresas que empezaron a apoyar desde hace un tiempo al arte local emergente. La fundación Osde tiene un espacio dedicado a muestras, la empresa Petrobras tiene un premio anual para jóvenes artistas, algo similar hacía el Nuevo Banco de Santa Fe con un programa de becas, y hasta la Asociación Empresaria de Rosario financió los premios del Salón Nacional del Museo Castagnino en 2011.

"Desde el 2003, la post crisis, se activó lo que podría ser a futuro un mercado del arte. Luego de lo que parecía el apocalipsis o el fin del mundo la gente comenzó a pensar en un disfrute. Y fue ahí que se puso en movimiento la circulación de las obras de arte y por ende la aparición de muchos artistas emergentes", agrega Echen.

Los precios de las obras suelen ser variados. En el caso de los artistas emergentes se pueden conseguir obras a muy bajo costo (500 u 800 dólares), mientras que otras pueden trepar hasta los dos mil y 10 mil dólares. Y la cifra crece aún más si hablamos de los bronces del arte santafesino. 

En tanto, para el curador “ha habido un incremento en el deseo de los agentes del campo del arte, como ciertas empresas que pueden sostener la compra y venta de obra de arte”.

Pero también fue la aparición de algunos espacios dedicados a la circulación del arte lo que hizo lo suyo. Es el caso de la galería Cultura Pasajera, en el Pasaje Pam de Córdoba y Maipú, que desde hace unos años participa de Arteba –la mayor muestra de galerías de arte del país– con unos seis artistas rosarinos, como el de un espacio que abrió hace pocas semanas el coleccionista Diego Obligado en Oroño y Jujuy.

“Obligado fue uno de los primeros en comprar una obra de León Ferrari y de a poco fue adquiriendo otras”, dijo Echen. 

Otro de los espacios que rescata el curador es el de la feria La fugaz. "En la última edición tuvo un incremento impresionante del caudal de ventas y lo importante es que un espacio comoDarkhaus –que se dedica al diseño y a los contemporáneos– se interesen en el arte", concluyó. 

Ir al Sitio
 Otras notas de prensa
ALEJANDRA TAVOLINI Inicio Bio & CV Obras Muestras Prensa Novedades Contacto
developed by messgallery info@alejandratavolini.com
 english
|